La producción natural de la trufa en nuestros montes ha decrecido enormemente en todos los países productores. Ello ha sido debido a factores climáticos (mayores sequías, sobre todo en los meses de verano) y factores sociales, como el abandono del medio rural.
Dicho despoblamiento de las zonas rurales ha propiciado que se fuera perdiendo el medio favorable para la fructificación de la trufa. La trufa negra necesita de ambientes soleados y abiertos, que antaño, se mantenían mediante las técnicas que eran parte del funcionamiento del medio rural (pastoreo, aprovechamiento de la leña, etc…) y que impedían el cerramiento de los montes. Al abandonarse el medio rural ha habido un retroceso progresivo pero alarmante de la producción mundial de trufa negra.
Valga como referencia que a principios del siglo pasado se producían unas 1.000 toneladas (t) de trufa negra en Francia (y con picos de hasta 2.000 t). Actualmente la producción francesa, en un año bueno, no sobrepasa las 40-50 t.
Actualmente, es posible abordar el cultivo de la trufa negra mediante la plantación de árboles micorrizados con Tuber melanosporum (encinas y robles). Son árboles en cuyas raíces se inocula esporas de trufa, tan pronto han germinado de la bellota, dando lugar a la formación de las denominadas “micorrizas”. Dichos árboles, plantados en un terreno adecuado, y mediante los cuidados y técnicas de cultivo idóneas, pueden empezar a dar los preciados frutos al cabo de 8-12 años.
Diferencias entre la trufa de cultivo y la natural
No existen diferencias entra la trufa recolectada en el monte y la recogida en las plantaciones. Ambas son el mismo fruto del hongo Tuber melanosporum, habiéndose criado en ambos casos de forma totalmente natural. Es más, en el caso de las trufas de plantación, al poder trabajar el suelo, se crían con una forma más regular y redondeada. Además, al poder regar en los períodos más secos de verano (que es cuando más agua necesita la trufa) tienen un mayor calibre y se valoran mejor en el mercado.